martes, 26 de mayo de 2015

La piscina del desastre

Intentamos hacer pie en la piscina del desastre mientras que todo a nuestro alrededor cambia o simplemente se hunde.

Seguimos esperando que algo que nos saque la piel de nuestro huesos, cuando en realidad sólo nos rodeamos de negativas consoladoras, de esperanzadas apresuradas y de límites infranqueables que no nos permitimos pasar.


¿Por qué nos aferramos a lo conocido?

Por comodidad. Por excusa. Por cariño. Por miedo.

Y sin saber nadar, nos codeamos entre tiburones que te sonríen sin piedad esperando el ataque perfecto para destrozarte. Después tomarán una copa de vino perfecta con tu sangre derramada por tu esfuerzo, pero no importa, porque estás aferrada, enganchada a una luz intermitente al final de tu túnel.

¿Y tú? Intentando hacer pie en un suelo sin fondo, y nos ahogamos.

Nos ahogamos tanto que la realidad nos consume, que los cambios nos agobian y que, aún así, seguimos manteniendo el tipo, con la cabeza pegada al techo, intentando coger aire para poder sostenernos sobre el desastre provocado.

El desastre, el que conformamos con nuestras acciones y pensamientos, el que nos tira para abajo, el que nos aferra a la oscuridad más cruel y a la soledad más abatida.

Eres agua y a la vez tu propio salvavidas, y por si fuera poco, tienes que seguir nadando, aunque no sepas, porque lo que realmente cuesta, es lo que merece la pena.


Mientras tanto, yo sigo andando de puntillas, con mi mochila a cuestas y mi caminito de migas, para que todo siga manteniendo el equilibrio que algún día conseguí. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario